¡Libros Poderosos...!
Y el águila Voló
Una fábula sobre liderazgo. Un libro para jóvenes emprendedores que quieran realizar sus sueños y obtener su mayor potencialidad. Todo es posible para el que tiene FE...!
Disponible en libro físico y en E book.
Valores de Excelencia
★★★★★
Y EL ÁGUILA VOLÓ
CAPÍTUL0 1
¡El Reencuentro… contigo mismo!
Había una vez una gallina, que paseaba por el campo muy animadamente. Mientras caminaba, observó que alguien había olvidado un huevo entre el verdor del bosque contiguo a su gallinero. Esperó hasta el atardecer, por si algún ave de los alrededores lo reclamaba, pero nadie lo hizo. Así que, lo tomó, y se lo llevó a su hogar para empollarlo con los otros.
Al cabo de un tiempo, las crías empezaron a salir del cascarón, pero aquel huevo diferente, el que había sido olvidado, no se rompía...
Pasó mucho tiempo, y la gallina empezó a creer que aquel huevo era irrompible, debido al trabajo que le ocasionaba. Pero al fin, sus esfuerzos fueron recompensados con un polluelo. Más, desgraciadamente, el nuevo miembro de la familia no reunió las condiciones de estética adecuadas para el medio. Era un polluelo flaco, feo, negro y desproporcionado, ¡un auténtico fiasco!
El nuevo hermano fue bautizado como Marcos. Era desagradable, disforme y siempre rendía culto a la soledad. Sin embargo, su madre y algún pariente sin prejuicios lo acompañaban a ratos.
Unos seis meses después, Marcos, a quien le gustaba contemplar con minuciosidad el cielo, logró ver a una espectacular ave que volaba con libertad y velocidad impresionantes y se llenó de emoción. Entonces preguntó:
-Tía Juana, ¿qué es eso?
-Es el águila, hijo mío -musitó la vieja-
-El águila, ¡qué ave maravillosa! ¿Cómo es posible que pueda volar a esa velocidad y con esa elegancia?
El águila es la reina de las aves. Puede volar muy alto, hasta 7000 metros, a una velocidad de hasta 250 km/h. Tienen la facultad de mirar su presa a dos kilómetros de distancia. ¿Te imaginas?
Marcos, se quedó con el pico abierto y preguntó con gran curiosidad:
-Tía...
¡¿Y usted cree que, si nosotros nos lo propusiéramos, e hiciésemos mucho ejercicio y.… con una buena alimentación... podríamos volar como ella...?!
- ¡No seas ingenuo! Nosotros somos gallinas, y con "las justas" llegamos a volar dos metros. No pienses estupideces, ¡vamos, vamos!; ¡recoge todo el maíz que aún tienes en el suelo...!
La conversación terminó abruptamente y Marcos acompañó a su tía al gallinero, no sin sentir un profundo pesar en su corazón.
Transcurrió el tiempo y Marcos, al quien siempre le había gustado contemplar el cielo, solía ir todas las mañanas a aquel hermoso lugar donde, una vez, sus oscuros ojos se iluminaron al observar el maravilloso vuelo de la reina de las aves. Desgraciadamente, no tuvo la suerte de verla de nuevo, pero aquella sensación nunca lo dejó.
Y cuando, por instantes, notaba que algo intrínseco a él le insinuaba que aquel camino infinito y magnífico era también el suyo, resonaban en su mente las palabras de su tía:
- “¡No seas ingenuo! Nosotros somos gallinas y con ‘las justas’ llegamos a volar dos metros. No pienses estupideces, ¡vamos, vamos! ¡Recoge todo el maíz que aún tienes en el suelo...!"
Y creyéndolo con firmeza, murió…
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LIBRO DISPONIBLE EN FÍSICO Y EN E BOOK.
Escríbenos...
El Pergamino de Dios
Otro libro maravilloso que cambiará tu vida...
Contiene las SIETE LEYES DEL TRIUNFO: MATA AL MEDIOCRE, AUTOVALORACIÓN, VISIÓN, ENTUSIASMO, VALOR, SERVICIO Y HONESTIDAD.
Disponible en E book.
Más de 40000 ejemplares vendidos.
5 estrelllas * * * * *
El PERGAMINO DE DIOS
CAPÍTULO 1
JORGE era un escritor callejero, de aquellos de "mucho ruido y pocas nueces". Llevaba el arte en la sangre, pero jamás fue disciplinado. Sus ideas eran fabulosas, pero no lograba traducirlas de manera adecuada. Se dejó configurar por el ambiente; éste le reguló, le mutiló, le redujo a la mínima expresión. El diamante se volvió carbón. Exactamente igual a lo que le ocurre al 85% de la humanidad.
Acostumbraba Jorge a quedarse en "El Oasis" un bar restaurante de tercera, cercano al barrio "El Pobre Diablo", localizado en el sur de Quito. Allí libaba con sus camaradas hasta altas horas de la noche.
Había aprendido también el arte de hacerse invitar por los demás. Nunca tenía dinero en el bolsillo. En fin... ¡Un monumento a la mediocridad!
La noche de aquel martes lucía triste. EI Gobierno había decretado un congelamiento general de los fondos en la Banca Nacional. Las protestas no se hicieron esperar; pero más allá de eso, la tristeza, frustración y rabia de los millones de ecuatorianos que se veían perjudicados producía un ambiente enrarecido y siniestro. Jorge se dirigió a "El Oasis" para cenar y descargar su ira contra el Estado; "allí podré desahogarme con mis camaradas" -pensó- mientras notaba que su "jean negro", originalmente azul, lucía más sucio y desgastado que de costumbre. "Son quince días que llevo puesto este pantalón, recordó... creo que estoy exagerando".
Las puertas de madera de "El Oasis" –al estilo del oeste norteamericano– le permitieron llegar a su lugar preferido: la barra. Amiguero de profesión, irrumpió con una metralleta de alto vuelo contra el Gobierno Nacional.
¡Este país está en la m...! ¡Gobierno desgraciado!, mira lo que nos hace... Claro, lo único que le interesa es salvar a la banca, a los ricos de siempre que le pagaron la campaña. ¡Sírveme un trago, que ando que me lleva el diablo...!
-Tienes mucha cuenta con el bar, Jorge, ¿cuándo vas a cancelarla?... ¡Así no se puede! -gruñó el salonero. Además, tú sabes que soy del partido del Gobierno, así que me respetas el lugar. No voy a permitir que te expreses así, eres ignorante sobre las causas que propiciaron tal decisión...
-¿Causas? Yo sé bien las causas: ¡plata, viejo!, ¡plata! La corrupción impera en el país y la impunidad es su amante más deseada...
-¡Bah! Tú no eres más que un escritor frustrado. Es fácil criticar desde afuera. ¡Eso lo hace cualquiera! Estás como el 85% de la gente, "pasivo", esperando que otros te "den arreglado" el país. Los hombres que se necesitan son de otra fibra, de otra "calaña", gente que haga que pasen las cosas, que no sólo se quejen. Que actúen. Yo sí que estoy metido en eso, yo participo, opino. Necesitamos gente que nos ayude a reinventar un país...
-¡Ajá! ¿Entonces a ti también te debemos el "regalito del congelamiento"? ¿Manolo? ¡Qué pena! ¡Te creí más inteligente! ¡Te quemaste! Estoy seguro que tú y tu gavilla retiraron sus fondos la semana anterior, ¿verdad? Así es fácil defender al Presidente...
-¡No te permito que hables así! Estás abusando de nuestra amistad de años... Voy a olvidarme de lo que has dicho, al fin y al cabo, estás borracho...
-Pues, haz lo que quieras; yo tengo hambre y voy a buscar a alguien que me invite... para no deberte nada más... ¡Manolito...!
Escritor hasta los tuétanos. Desperdiciado como ninguno. Jorge transcurría su vida al tenor de su indisciplina... "El Oasis" era su desfogue y su casa. Bohemio por naturaleza, poseía el arte de envolver a los demás en sus tejidos ambiguos y superficiales. No había noche que no cenara. Siempre a expensas de los otros. Una relación de dependencia inconsciente que mantenía con arte. Esto era indudable.
Habían transcurrido varias semanas de estos acontecimientos, y, una de aquellas noches de Luna llena, cenaba en el bar Luis Eduardo Aristizábal, un mozo de unos veintiocho años, burócrata de pura cepa, Había dejado sus estudios de ingeniería por la mitad, cuando le llegó su primer hijo. Libador empedernido, compañero de andanzas de Jorge; sentía dentro de sí el virus de la soledad que lo iba carcomiendo poco a poco... Dicho virus ataca sobre todo a aquellos que no le encuentran sentido a la vida. Cuando nació su hijo la cosa mejoró, sin duda; pero la enfermedad del milenio todavía lo abatía.
Al ver que Jorge entraba Luis movió instintivamente su cabeza al lado contrario. Era hora de la cena y Jorge ya lo tenía cansado con sus abusos. Nunca tenía “dónde caerse muerto" y había que invitarlo. Al ver que Jorge se acercaba pensó para sí: ¡oh no, lo que faltaba! No hay nadie más y éste se me va a arrimar esta noche, ¡otra vez!
Jorge ya estaba a su lado y le saludó amablemente; mucho mejor de lo habitual. Mientras lo hacía, Luis percibió algo diferente en él, era el mismo pero... había algo... Su mirada tenía una intensidad impresionante. Parecía que hasta su modo de andar era distinto.
-¡Qué tal, Luis!, saludó con jovialidad. No te preocupes. Esta noche no te voy a pedir que me invites a cenar. Sé que no lo ibas a hacer. No por el hecho de que no quieras, sino porque no tienes dinero, ¿verdad?
-Así es, respondió Luis, sonrojado.
Ahora soy yo el que te va a invitar -continuó Jorge. Hoy ha sido un día maravilloso. ¿No lo notaste? Un día excepcional. Hoy comencé a vivir; hace varios días apliqué para ser articulista del principal periódico de la ciudad. Y, ¿qué crees? ¡Me contrataron!
-Como parte de los muchos beneficios, tengo cuenta libre en este restaurante: así pues, pide lo que quieras que yo te invito!
Luis se quedó impactado. Nunca había visto a Jorge hablar de ese modo. Él era de aquellos que se quejaban de todo. ¿Qué habría ocurrido?
-Te noto muy cambiado, comentó Luis, intrigado y circunspecto. Pareces otra persona. Estás lleno de entusiasmo y alegría. ¿A qué se debe?... ¿Asaltaste a alguien o te casaste con una vieja millonaria?
Jorge sonrió con picardía.
-Nada de eso, musitó. Te contaré lo que me ocurrió la semana pasada; eso lo explica todo. Iba por las calles del centro histórico de Quito, a la altura de la Plaza del Teatro existe un lugar de revistas y libros usados... seguramente lo has visto. Pues bien, comencé a mirarlos y descubrí uno que llamó mi atención. No tenía pasta y estaba escrito a mano... Me interesó sobremanera lo que empecé a leer. Así que decidí emplear todo el dinero que me quedaba en él y lo compré. Fui a mi casa a leerlo. Lo hice de una sola sentada. Ese libro ha cambiado mi vida...
En ese momento el salonero de "El Oasis" llamó a Jorge al teléfono. Luis se quedó estupefacto... Era muy extraño todo aquello... ¿Un libro le cambió la vida? Seguramente debe estar relacionado con espiritismo o brujería.
Me vas a disculpar, continuó Jorge. Sabes que me llaman urgente del Periódico; me dicen que la persona encargada de mi capacitación está esperándome; como comprenderás, debo ir. Pero no te preocupes, come lo que quieras y hazme un favor, ¡no te fijes en los precios!
Jorge salió de inmediato dejando a Luis pensativo y admirado.
¿Qué contendría ese libro?, se dijo para sí.
Disponible en Libro físico. Escríbenos..!
Nuevas Leyendas Ecuatorianas de Misterio y Terror
Contiene 5 leyendas nuevas de varios lugares de Ecuador que te sobrecogerán: LA BRUJA DE QUITO, EL PESO, EL EXTRAÑO DE CUENCA, LA CHOMPA Y LA OUIJA
Disponible en Libro físico. Últimos ejemplares.
Nuevas Leyendas Ecuatorianas de Misterio y Terror.
: “La Bruja de Quito”, fue una historia de mi infancia, allá en la calle Canadá del barrio América, donde fui muy feliz siendo el primer hijo de mis padres. Aquella casa aún permanece, y los recuerdos de ella todavía llenan mi corazón… en algunas noches, en la azotea de la casa, se oía el ruido que generaba el líquido vital al fluir del tanque. Era algo inexplicable porque nadie podía estar allí a esas horas… se comentaba que había una bruja, que, por las noches, lavaba su ropa y que era fea y peligrosa… así nace esta leyenda que era conocida por los vecinos, especialmente por los niños de las cinco familias que habitaban la casa…
Capítulo 1
La Bruja de Quito...
Era un barrio tradicional del Quito antiguo, forjado en los años treinta. Aún hoy se lo llama el “Barrio América”. En la década del sesenta, del siglo pasado, varias líneas de buses importantes transitaban cerca de sus calles: “Ermita - Las Casas”, “Tejar –El Inca” … Aquellas parroquias lucen aún encumbradas en la poderosa Loma de San Juan a la que se accede, también, desde la calle Canadá; caminos empedrados y aceras de medio metro recibían a los vehículos y transeúntes que iban y venían por aquel lugar. La calle en cuestión se eleva, aún hoy, rauda por una pendiente de casi treinta grados. A la izquierda, yendo hacia arriba, es decir hacia el sur, se observaban varias viviendas de todos los colores de aspecto vulnerable. Estaban adosadas y se las diferenciaba por las puertas de calle en su mayoría de madera. Un callejón lóbrego, paralelo a las mismas, las cruzaba de cabo a rabo. En las noches varios ropavejeros se daban cita allí. A veces se podía encontrar a alguno de ellos dormido en medio de cartones y tapado con periódicos y trapos sucios. En cambio, en la parte derecha de la calle, las casas eran más cuidadas, más elegantes y clásicas. Desde la esquina, donde había una tienda denominada “Víveres Rosita” se podía contar varias casas. Una de ellas, la de puerta de madera antigua con figuras de alto relieve, alojaba a los personajes de nuestra historia.
El Quito de los años sesenta era así. Una franciscana ciudad, donde casi no había delincuencia y más bien existía mucha solidaridad entre los vecinos. Una ciudad pequeña, llena de iglesias, de rosarios y de incienso. Donde “el Diablo” aparecía de vez en cuando para asustar a los niños malcriados o a los borrachitos inconversos. La luz eléctrica, que surgió a inicios de siglo, desterró a las velas y espermas de cera, a las brujas y a los duendes, a los buenos y malos espíritus y a los poseídos por el diablo… bueno, no a todos…
La casa que nos ocupa, en aquellos días, lucía ya algo deteriorada. Paredes de adobe, techo de teja, pintura devastada, puertas de madera con cerraduras de bronce enmohecido, pasillos angostos y oscuros, con tumbados altos y esquinas mohosas, donde se alojaban las arañas. Poca entrada de sol, muchos ambientes. Si seguías el corredor central adornado por dos viejos maceteros con geranios mal cuidados, atravesabas los cinco departamentos donde se alojaban igual número de familias. Arriba, los dueños de casa vivían mucho mejor. Su departamento tenía gradas de duela enceradas, un corredor ancho con alfombra roja, balcón de madera fina, lacado, con techo de plástico transparente que dejaba pasar la luz del sol. Sus habitaciones lucían elegantes con muebles tipo Luis XV. Esto contrastaba un poco, con los departamentos inferiores de la casa, que estaban rentados. Así, por ejemplo, un rincón frío y con poca luz era el hogar de un joven pintor excéntrico que se había unido, sin vínculo matrimonial ninguno, -lo cual constituía un escándalo para la época-, con una mujer bastante mayor que él. Ellos vivían con su pequeña hija y una chica indígena que la cuidaba a cambio de techo y comida. Al fondo se vislumbraba un patio comunitario de piedra, simple y de aspecto misterioso, con un montón de tiestos añejos que alojaban plantas muertas y mala hierba. Las paredes lucían deshilachadas y roñosas. Atravesando cuatro gradas de cemento se ubicaban los dos últimos departamentos. El de abajo era un tanto lúgubre: un conjunto de cuartos sin conexión entre sí, típico de las casas de aquel tiempo, con enormes puertas de madera rojiza y maltratada y ojales para cruzar gigantescos candados; un patio central pequeño, donde, como único adorno, lucía el insigne tanque de agua. Un loro hablador vivió allí unos meses; caminaba sobre un cordel de alambre galvanizado, ubicado sobre el tanque. El loro no aguantó mucho tiempo, porque lo cuidaban poco. “Hola, lora patoja” eran sus únicas palabras, que repetía hasta la saciedad, mostrando una excelente pronunciación, especialmente de la letra “r”. En aquel tanque de agua de dos piezas, los inquilinos se lavaban y bañaban con agua fría en las heladas mañanas quiteñas. Afuera, al lado contiguo de la puerta de entrada se ubicaba otra, más ancha, retocada de laca color marrón. Apenas se abría se observaban las gradas de madera, que llevaban al último departamento. Aquella puerta llamaba la atención a los pocos visitantes. Estaba construida con madera, probablemente de eucalipto, siempre lució de color café con tonalidad oscura. Varias formas de alto-relieve permanecían en ella, aunque dejó hace mucho tiempo de ser estéticamente agradable. Aquellas gradas llevaban a un departamento más luminoso, con un balcón seductor con vista al tanque, y a la sugestiva lora. Los cuartos de la derecha estaban conectados: cocina, comedor y sala. A la izquierda del corredor estaba el dormitorio más grande, un baño completo en el medio, y al lado otra alcoba pequeña. Ésta última lucía sombría y algo tétrica, le entraba menos luz y las ventanas guardaban polvo y hollín. Contiguo al mismo, en un pequeño espacio, de no más de un metro de ancho por dos de largo, descansaba “el rincón de los santos”-así lo llamaban los niños- allí había más de veinte imágenes, y las velas encendidas perpetuamente, mantenían la luz en las noches y en los días. Este sitio era el preferido de la abuela, una señora gentil y bonachona, muy religiosa, quien encendía un cirio permanentemente, pidiendo protección para sus nietos y la familia. Una puerta vetusta, apolillada e insegura dividía este último ambiente con las gradas de piedra que comunicaban a un tercer piso, hacia una pequeña azotea que incluía otro tanque de agua para el lavado de ropa. Los alambres revestidos para colgar la misma, pasaban y repasaban de pared a pared. Un muro, al lado del tanque, separaba la azotea de un abismo de más de veinte metros que comunicaba hacia la calle posterior del inmueble. Desde allí se podían observar decenas de techos de teja marrón de las construcciones contiguas, aparte de varias cruces de madera situadas en la cima de las casas. Detrás del tanque se erguía una ventana construida con tablas enmohecidas. Tenía un candado pequeño. Aquella ventana, misteriosa y algo tenebrosa, -especialmente para los niños, quienes no se atrevían a cruzar por ella- se abría ocasionalmente, normalmente cuando el dueño de la casa debía cambiar alguna teja en mal estado…
Un matrimonio con tres hijos pequeños vivía en aquel lugar en aquel tiempo. La abuelita cuidaba de los pequeños en el día, puesto que los padres salían a trabajar diariamente. Era un lugar pacífico. En las mañanas escaseaba el agua y a veces los padres de familia tenían que asearse con baldes recogidos la noche anterior. Nada extraño en ese tiempo y en Quito. Por las mañanas todo era bello y los niños que aún no iban a la escuela, o estaban de vacaciones, jugaban apasionadamente con sus amigos del departamento de abajo o de los contiguos. Corrían, saltaban y brincaban desenfrenadamente. Uno era Simón Bolívar, otro Antonio José de Sucre, el otro Abdón Calderón, la otra Manuela Sáenz… blandían sus espadas hechas con palos relucientes y se enfrentaban en duras batallas para derrotar al enemigo…
Por la tarde llegaban los padres. La mamá, una hermosa señora de ojos negros y grandes que llevaba la ternura dentro. El papá lo hacía casi al anochecer, era más serio, pero sus ojos brillaban de intensa alegría cuando miraba a sus niños…la abuelita, una señora bondadosa, de ojillos oscuros, cabello color plata y piel canela, de andar lento y pausado, llevaba siempre una chalina oscura, la mayoría de veces de color azul marino, y pantuflas de tonalidad ladrillo; ella preparaba la comida, y era quien ayudaba directamente en la crianza de los pequeños. Les contaba historias de Dios y de duendes, de brujas y de santos. Les atendía y cuidaba permanentemente. Les consolaba en el llanto, luego de alguna pelea con los vecinos, y les abrazaba cuando estaban tristes…
Pero la alegría matinal y vespertina cambiaba un tanto en las noches. Luego de la llegada de los padres, los niños merendaban y, como a las ocho de la noche, iban a la cama. Dos de ellos dormían en el cuarto que quedaba al lado de la estancia de los santos. Su abuela compartía la habitación en una cama al rincón, cerca de la puerta.
Todo cambió desde aquella noche en que, uno de ellos no podía conciliar el sueño… las luces estaban apagadas y las tinieblas rodeaban por entero aquella misteriosa casa añeja. Era cerca de la medianoche, se levantó y, en punta de pie, salió hacia el comedor donde había dejado un poco de leche. La tomó y cuando pasaba por el corredor frente al balcón, tratando de observar a la lora, oyó con claridad meridiana el ruido del agua que caía en la azotea, justamente donde quedaba el tanque de agua. Asustado corrió hacia su dormitorio y despertó a su abuela. Ella lo acarició con ternura.
-No es nada mijito –le respondió- Duérmete. Todo fue producto de tu imaginación.
Al otro día el niño volvió a la carga e interrogó a la abuela, quien nuevamente eludió el tema. Así que, como era su costumbre, pidió permiso y fue a jugar con los niños del departamento de abajo. En medio del juego, comentó el incidente de la noche anterior con el mayor de ellos, un chico menudo y muy inteligente, de ojos negros vivaces, quien apenas lo escuchó le respondió:
Es “La Bruja”.
-Ella sale por la ventana de la azotea, que está al lado del tanque de agua de tu departamento, los martes y miércoles a la medianoche, a lavar su ropa.
- ¿No lo sabías?...
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CÓMO ELEGIR MI CARRERA PROFESIONAL
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Capítulo 1
DIARIO DE JONATHAN DALGO.
7 de enero. Ayer cumplí diecisiete, mi padre estuvo de buen humor, algo que acontece a menudo cuando vienen sus amigos del trabajo, y hay un poco de licor en el ambiente. Apenas diecisiete…, me gustaría tener dieciocho para largarme de aquí. Sólo me apena mi mamá, va a sufrir si me voy. Siempre quise un diario, ella me lo regaló y, a pesar de que me dicen que es una costumbre de chicas, hoy he decidido usarlo. Claro, lo pienso esconder en la pequeña caja fuerte que me regaló papá el año pasado. Sólo yo tengo la llave y estará seguro al fondo de mi armario.
Me gustaría ser como Álvaro, mi hermano. Tiene varias enamoradas que se preocupan por él. Viene a casa sólo en la noche, y puede salir cuando le plazca. Yo no. Tal vez sea mi carácter. Me cuesta enfrentar a mi padre como lo hace él. Soy un cobarde.
Voy a sexto curso y no sé qué diablos seguir en la universidad. Papá dice que debo ser ingeniero. El salió de abajo, siempre nos lo recuerda. Dice que hay que estudiar mucho para triunfar. A mí no me gustan las matemáticas. Tampoco he tenido buenas notas en eso. Pero la coordinadora de psicología del Colegio nos llamó en esta semana para discutir sobre los test que nos tomó el mes anterior. Me dijo que yo era bueno para todo. Que gracioso, yo creo que no soy bueno para nada. Le pregunté si podría seguir ingeniería, como mi padre. Dijo que sería perfecto; que tengo buenas notas en ciencias exactas y que haga lo que quiera. Tal vez mi padre tenga razón. Él es una persona muy importante. Yo también lo quiero ser. En fin, ya veremos.
14 de enero. Ayer conocí a una chica preciosa. Parecía una artista de cine. Su cabello era negro azabache, no era lacio, se enroscaba en su rostro como si hubiese sido moldeado por un artista genial. Su piel morena brillaba como un espejo, a la luz de los focos. Sus ojos gigantescos me miraban con una alegría que jamás nadie lo hizo; eran de color café y seguros de sí mismos. No pude resistir su mirada, a pesar de que lo intenté quinientas veces. Sus dientes blanquísimos y perfectos, se parecían a los de mi madre. Me cautivó su sonrisa diáfana, sincera y arrebatadora. Se llama María. Es la mujer de mis sueños. La conocí en la casa de una amiga de mis padres. No creo que yo le haya gustado; casi no se fijó en mí. No me atreví a decirle nada. Me quedé frustrado, porque me hubiese gustado pedir su número de teléfono, pero sentí temor a su rechazo. Tal vez Susana, mi amiga, lo pueda hacer. Sin embargo, estoy feliz, porque he visto un ángel. Jamás me había fijado tanto en una chica. Supongo que debe tener novio, alguien tan hermosa no puede estar sola. Debe tener mi edad. Sólo tú lo sabes querido diario, nadie más lo puede saber, ninguna persona es digna de mi confianza…
20 de enero. El curso completo tiene problemas en matemáticas. Todos están en contra del profesor, dicen que es un psicópata, que su exigencia es antipedagógica y que quiere experimentar con nosotros ejercicios de universitarios. A mí me cae bien, me parece un buen tipo. Es respetuoso y explica bien, pero creo que nadie le entiende. Hoy se reunieron los padres de familia para amenazarle: si no cambia su metodología se va. Yo no estoy de acuerdo. Lo que sucede es que en el curso nadie sabe matemáticas, no tenemos bases, nunca aprendimos verdaderamente, y cuando llega alguien que sí sabe, como este profesor, y nos quiere enseñar –realmente-, ponen el grito en el cielo. Yo también estoy mal, tengo cinco sobre diez, pero no me preocupa… pasaré como sea…
27 de enero. Hoy estuvimos hablando de la carrera que seguiremos. Mis amigos dicen que hay tres carreras que son las más importantes: Administración de Empresas y las ingenierías en Mecatrónica y Sistemas, según ellos, las demás no sirven. Sólo estas están posicionadas y dejan mucho dinero. Tal vez tengan razón. Si debo escoger una, prefiero la ingeniería de sistemas, no sólo para complacer a mi papá, sino porque el profe de física dice que nosotros, los “físico-matemáticos”, somos mejores estudiantes, y que los que siguen ciencias sociales son vagos. Me late que la administración de empresas es para quienes siguen sociales, y no quiero que piensen que soy de los mediocres…
2 de febrero. Todos dicen que el profe de literatura no sabe nada. Piensan que, como somos físicos, envían a los peores maestros a enseñarnos literatura. También dicen que la literatura no sirve. El licenciado Dávalos -así se llama-, no dicta clase ni resume nada, sólo pide que los estudiantes leamos un trozo de un libro, y así se pasa la clase. Estamos leyendo Romeo y Julieta, de Shakespeare. En cambio, a mí me encanta. Creo que soy el único que atiende a clase, todos los demás están jugando “gatos” o contando “cachos”. El profe no tiene mucha autoridad, es un gran tipo y por eso todos lo abusan…
10 de febrero. Nunca he sido bueno para los negocios, hasta hoy. Mi amigo Julián está “tragado” con una chica, y no sabe cómo declararse. Le dije que yo le podía escribir una carta de amor. Al principio le pareció una estupidez, pero luego aceptó: ¿Y tú sabrás escribir ese tipo de cartas? -me inquirió. Claro -le dije- es muy sencillo. Además, le convencí que debía hacerlo en papel y a mano alzada, como lo hacían antes, y que debía entregarle personalmente. Se la escribí en el recreo, no me demoré más de diez minutos. Le indiqué que debía copiar mi carta, con su propia letra, comprar un sobre con un papel elegante, incluir algún dibujo y un poco de perfume. Él salió feliz. Me dejó cinco dólares, “para los chicles” -dijo.
No sé por qué se me hace fácil escribir cartas. Lástima que no me atreva enviarle una a mi ángel. ¿Dónde estará? La semana próxima vamos a visitar a la familia amiga de mis padres y es posible que allí la vea. Estoy nervioso desde ahora. Sólo quiero verla, no pretendo hacer ni decir nada. Con verla diez minutos estaré bien por tres meses.
18 de febrero. Ayer la vi. Lucía más bella que nunca. Aparte de su belleza física, que se acentúa con el tiempo, lucía una blusa celeste con un escote espectacular. Mis ojos se quedaron en trance hipnótico clavados en el pliegue de sus senos. Mientras me hablaba, empecé a sudar copiosamente, al fragor de la batalla entre la timidez, que me obligaba a retirar la mirada de su busto, y un deseo feroz que me decía que no lo haga nunca, me puse rojo; parecía un camarón, y mi transpiración era anormal. Intenté esbozar una sonrisa, mientras ella me regaló un guiño precioso. Fue cosa de un minuto. Luego tuvo que irse. Yo debí pedirle que salgamos, y solicitar su teléfono, pero otra vez mi timidez me ganó el combate. Sin embargo, ahora estoy decidido a consultar con nuestra amiga común, y a requerirle su número de teléfono.
20 de febrero. Tengo ya tres clientes. Dos panas se enteraron de la carta que escribí a la chica de Julián, al que apodamos “el Diablo”, que, a propósito, gracias a la carta, ya es su novia. Vinieron a que les escribiera. Quise subir mi tarifa a siete dólares. Negociamos y me tocó bajar a cinco, pero cobré por adelantado. Les dije que me cuenten los detalles y vine a casa a escribir. Espero que les guste. Creo que ya todo el curso se enteró y me están molestando. No me importa, la idea es que no se enteren sus enamoradas, porque se me echa a perder el negocio.
Mi padre insiste en que debo estudiar ingeniería. Al llegar hoy a casa estuvo discutiendo con mi madre. Para ella yo tengo talento para las letras. Le conté que hago cartas para mis amigos y ella inmediatamente lo dedujo. A mí me da igual. Papá dice que debo ser ingeniero, que es una profesión respetable, la mejor; y que no permitirá que yo siga otra cosa. Se lo gritó a mamá.
La psicóloga me dijo que tengo talento para todo, así que voy a obedecer a papá; por otro lado, se supone que soy físico matemático. En fin, ya veremos, pero no me gusta que discuta con mi madre, él es demasiado imponente y agresivo. Su actitud lastima a mamá.
El Evangelio Perdido
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Un teólogo descubre un nuevo Evangelio de Jesús que puede cambiar los paradigmas actuales sobre fe y religión...
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El Evangelio Perdido
Capítulo 1
Dumani, el terrorista.
La casa era enorme, y lúgubre. El aroma a pescado cocinado se esparcía desde la cocina, y se filtraba por los recovecos de aquella ciclópea construcción antigua. El niño veía desfilar a muchos guardaespaldas que trabajaban para su padre. Eran más de diez. Muchos lucían ingentes cicatrices que surcaban su rostro o sus brazos. Cejas pobladas, cadenas de oro, ojos de fuego, dientes enormes y amarillos, revólveres negros y grises, cuchillos al cinto. Caminaban frecuentemente de un lado a otro, como tigres enjaulados, recibiendo y cumpliendo órdenes. Desde que murió la madre, aquel niño único, perdió la brújula. La fuente de cariño y de ternura se difuminó. Las nanas y profesores, contratados para su educación, se topaban con un bunker. Casi ya no hablaba, tal vez algo con su padre, sin embargo, cada día que transcurría quería parecerse más a él.
Aquel día, el niño Jonás, tomó uno de los libros de la biblioteca de su progenitor, se sentó en una de las doce sillas que rodeaban a la enorme mesa de estudio de madera de acacia, color negro, que descansaban en medio de la estancia, y empezó a leer:
“El Islam es cronológicamente la tercera y la última de las religiones reveladas. Lo mismo que el Judaísmo y el Cristianismo, se apoya en un libro revelado, el Corán, y en su profeta, Mahoma. Es verdad que nació en tierras de Arabia, que el profeta hablaba en árabe y que el Corán está escrito en árabe primitivo, pero su vocación lo impulsó a extenderse y actualmente, de los 750 millones de musulmanes repartidos por el mundo, sólo 125 millones son árabes: uno de cada seis.
Los cinco mayores estados de población musulmana no son árabes: Indonesia, con 140 millones; Pakistán, 80 millones; Bangladesh, 80 millones; la India, 70 millones y la ex URSS, 45 millones.
Se ha acusado al Islam de fanatismo . Hay que advertir que si hubiese fanatismo, no se trata de una exclusividad del Islam. Por su convicción de creer ser la única verdadera, casi toda religión lleva, dentro de sí, la tentación de esta perversión.
El fanatismo no está escrito en las leyes del Islam. Al contrario, el Corán recuerda que no hay que convertir a nadie a la fuerza: ‘Busca el camino de tu Señor por la sabiduría y la buena exhortación. Discute con los adversarios de la manera más benévola (Corán 16,125)’.
Históricamente, las guerras, todas ellas, y especialmente las religiosas, han sido un cúmulo de ferocidad, no obstante, hay que tener en cuenta dos cosas: la una, que muchas veces han sido obra de pueblos recién convertidos, ardientemente intolerantes, y conquistadores, y la otra, que la conquista de Jerusalén por los musulmanes no hizo correr ni una gota de sangre, mientras que los cruzados sí que dejaron millares de muertos.
En cuanto a la guerra santa, “la Yihad”, está lejos de ser un combate a ciegas en el nombre de Alá. Como regla general, para el Corán, el valor primero es la paz y admite la legítima defensa: ‘Al que os ha atacado, atacadle exactamente como os atacó y temed a Alá (Corán 2,193)’.
La Yihad es un combate interior contra el mal, una resistencia a las fuerzas malignas que hay en el hombre, un esfuerzo permanente del alma por rechazar a los ídolos; para seguir sólo a Dios. Tan sólo a continuación es guerra santa contra el impío, guerra de defensa o de conquista de la independencia”.
El chico de doce años, cerró su libro y se quedó profundamente pensativo. Luego salió, volvió al despacho de su padre, en busca de unos chocolates que había olvidado, pero lo encontró casi cerrado. Al igual que en otras ocasiones, abrió tímidamente la puerta de madera roja, empotrada en un marco de hierro oscuro, y se dirigió a una esquina. Su padre, un musulmán de fuste, a quien los conocidos denominaban “El Loco Dumani”, conversaba en tono serio con un chico de unos veinticinco años. Jonás hizo silencio, y sin respirar, mientras buscaba la funda de dulces, escuchó aquella conversación que impactó directamente su vida:
—Hermano, quiero pedirte un favor.
—Dime, hijo. ¿Qué deseas?
—Acabo de realizarme unos análisis en el hospital. Malas noticias. Me han detectado cáncer. Tengo muy poco tiempo de vida.
El hombre lo miró profundamente, suspiró con notoria tristeza y dijo:
—Alá te bendiga y te guarde, hijo mío. Hay que aceptar la voluntad de Dios con hidalguía. Pronto estarás con Él.
—Lo sé, le pido fuerzas para ello. Pero vengo a solicitar algo extremadamente importante para mí. Sé que estás organizando la operación Yihad 2. Permíteme participar en ella.
El padre de Jonás frunció el ceño, se levantó de su asiento y caminó varios pasos por la habitación sin percatarse que su hijo estaba escondido tras la cortina roja del ventanal mayor. Al final contestó.
—Creo que no es conveniente. Esa misión es extremadamente peligrosa. Tú estás enfermo. ¡Olvídala!
El joven se lanzó al piso y se aferró a los tobillos de aquel hombre. Musitó lastimeramente:
— ¡Precisamente por eso, hermano! Ten consideración conmigo. Aún no he matado a nadie. No puedo morirme sin haber matado a un impío. ¡No sería justo! Lo comprendes. ¿Verdad?
El padre de Jonás miró su rostro, levantó al joven, sonrió y lo abrazó.
—Está bien, hijo mío —dijo—, está bien. No te preocupes, yo te incorporaré. Ahora vete en paz.
Jonás, desde su escondite, logró ver su larga cabellera negra.
Y la puerta roja volvió a cerrarse.
El Carpintero está Vivo
La Buena Nueva más grande del Mundo...!
Un libro que cambiará tu vida... Descubrirás el amor incondicional de tu Padre Dios, que te ama, no porque seas bueno, sino porque Él lo es...!
Contiene el Kerygma: Los 7 pilares de la Salvación.
El Carpintero...
Cuentan que en una carpintería hubo una vez una extraña Asamblea. Fue una reunión de herramientas parar arreglar sus diferencias. El Martillo ejerció la presidencia pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa? Hacía mucho ruido y además se pasaba todo el tiempo golpeando. El Martillo asumió la culpa, pero pidió que también fuera expulsado el Tornillo, dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.
Ante el ataque, el Tornillo aceptó también, pero pidió la expulsión de la Lija, hizo ver que era muy áspera en su trato, y siempre tenía fricciones con los demás. La Lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el Metro, que siempre se la pasaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto.
En eso entró el Carpintero, se puso el delantal e inicio su trabajo. Tomó en sus manos a sus herramientas amigas y las utilizó de manera correcta. Empleó el Martillo, la Lija, el Metro y el Tornillo. Finalmente la tosca madera inicial se convirtió en un lindo mueble. Cuando la carpintería quedo nuevamente sola, la Asamblea reanudó la deliberación.
Fue entonces cuando tomó la palabra el Serrucho y dijo:
Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el Carpintero trabaja con nuestras cualidades, eso es lo que nos hace valiosos, así que no pensemos más en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos. La Asamblea encontró entonces que el Martillo era fuerte; el Tornillo unía y daba fuerza; la Lija era especial para limar y limpiar asperezas; y observaron que el Metro era preciso y exacto.
Se sintieron un equipo capaz de producir muebles de calidad, orgullosos de su fortaleza y de poder trabajar juntos.
La mayoría de nosotros, solo percibe defectos en los demás y también en nosotros mismos. ¡Los seres extraordinarios evidencian cualidades y trabajan con ellas! Esto es inteligencia...esto es control ¡Pero es también amor!
Destruir es fácil, solamente hay que permitir que nuestro instinto -lastre de un sistema evolutivo perfectible- aflore; pero qué difícil es construir; que intrincado y espinoso resulta unir o negociar éticamente pensando en el otro. Que complejo es vislumbrar cualidades en los demás.... eso solo lo hacen los mejores...
Si lo anterior es cierto, deberíamos Ud. y yo afanarnos con seriedad en pasar a engrosar este grupo de personas que no confrontan sino que cooperan, que no discuten sino que dialogan. La pregunta obvia es la misma. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo lograr tener un estilo de vida en plenitud?
La misma historia nos da la respuesta. “El Carpintero tomó en sus manos a sus herramientas amigas y las utilizó de manera correcta”. Ud., querido amigo lector ¿dejará que El Carpintero lo tome en sus manos? ¿Se atreverá a permitir que Él, utilice sus cualidades para que logre hacer el mayor bien posible a los demás, y sobre todo a Ud. mismo? ¿Se dejara moldear por Él?
Sí, es tiempo de gozo: “El Carpintero está Vivo”, pero ahora ya no construye solo sillas o mesas, nos trabaja a Ud. y a mí”. Esta frase acuñada originalmente por Martín Valverde Rojas, nos posiciona en el inicio del entramado más importante de la vida: dejar que Él sea el capitán del barco, el maestro de la sinfonía, el gerente de la empresa más importante de la vida: ¡Ud. mismo!
Este libro está dedicado para todos aquellos que desean que esto pase.
Capítulo 1: Introducción
Capítulo 2: Autovaloración
Capítulo 3: El Carpintero está Vivo
Capítulo 4: Primer Pilar: ¡Dios te ama! (Yo te amo)
Capítulo 5: Segundo Pilar: Libérate de lo que te impide vivir el amor de Dios (El pecado)
Capítulo 6: Tercer Pilar: Jesús: la salvación de Dios
Capítulo 7: Cuarto Pilar: Ten fe y conviértete
Capítulo 8: Quinto Pilar: Acepta a Jesús como el Señor de tu vida
Capítulo 9: Sexto Pilar: Llénate de la fuerza del Espíritu Santo
Capítulo 10: Séptimo Pilar: Bienvenido a nuestra Comunidad: la Iglesia
Dinámicas y Actividades.
Disponible en Digital y muy pronto en Libro Físico.